octubre 31, 2020

Lo negativo del pensamiento positivo

El próximo 6 de noviembre me harán una entrevista para la cuarta temporada del UNIS Podcast, un espacio virtual donde la Universidad del Istmo, de la que soy profesor visitante, comparte contenido de valor a partir de sus conocimientos como universidad.
Cuando el 16 de octubre me plantearon el tema, tuve dificultad de entender a qué hacían referencia. ¿Puede haber algo negativo en el pensamiento positivo? ¿Tiene sentido una frase que hace referencia a algo y a su contrario?
La organizadora, María Isabel, me explicó que “esta idea surgió de los alumnos, partiendo de la base que un pensamiento positivo por sí sólo no lleva a nada si uno no lo acompaña de una acción, enfocado en esta tendencia cultural que existe, tanto a nivel online como offline, que se comparten todas las cosas buenas, positivas y motivadores, pero que no precisamente llevan a lograr un objetivo”.
En este artículo breve quisiera adelantar algunas ideas que conversaremos en el podcast, que será una buena oportunidad de diálogo sobre un tema que interesa a los jóvenes.
1. Los pensamientos no son acciones. Pensar “en positivo” es parte del optimismo. Las personas, y especialmente los jóvenes, necesitamos la esperanza como motor de nuestros planes y acciones. Los pensamientos positivos son siempre valiosos si conducen a la acción que construye y genera valor.
2. Las personas siempre usamos distintas máscaras. Cada uno de nosotros tiene y vive diferentes roles. En cada situación usamos máscaras que adaptan nuestra personalidad para empatizar con quienes nos encontramos en el ejercicio de ese rol. La “positividad” que señalan como posible problema puede no ser otra cosa que la “máscara de la empatía”, que es esencialmente positiva y lleva a construir relaciones.
3. Una dificultad es la tendencia a mostrar sólo un edited self o personalidad editada. Eso dificultaría el conocimiento recíproco y lo que los jóvenes siempre criticaron de sus mayores: la hipocresía. Las personas podemos tener miedo a mostrarnos como somos en la realidad, en el momento en que podríamos y a veces deberíamos hacerlo. Esa falta de naturalidad y sinceridad es un obstáculo a la amistad, también social.
4. Otro obstáculo a la positividad es la negación de la realidad. En una entrevista publicada por el diario El País el 26/10, el filósofo Byung-Chul Han decía “En la época de las ‘fake news’, surge una apatía hacia la realidad. Aquí, un virus real, noinformático, causa conmoción”. Muchos tienen miedo a la realidad, tal cual es, con toda su “dura” sinceridad.
5. El límite es la velocidad y la falta de confianza mutua. Sólo somos capaces de mostrarnos como somos si la otra persona tiene tiempo para escucharnos y no usará la información en nuestra contra o en su exclusivo favor.
6. El problema que señalan los jóvenes es la falta de diálogo sincero y abierto. Es una sociedad conectada pero que no dialoga. Porque no escucha, porque es sumamente individualista y consumista. Nadie compra un pantalón viejo y sucio. Nadie quiere “comprar” las dificultades de otro, por falta de comprensión y solidaridad humana.
En 2012 presenté en Guatemala unas ideas que todavía están vigentes. Pienso que pueden ser útiles en este contexto:
• La crisis surge por la conceptualización errónea de la libertad humana, la ineficacia en la toma de decisiones y la compartimentalización de la experiencia vital. Todo ello en un contexto de destrucción de las tradiciones sociales e individualismo liberal.
• La persona que acomete proyectos cuya realización implica diálogo y negociación con facto-res naturales (en el sentido de no producidos por el hombre), que no están ni pueden estar completamente bajo control, se muestra mejor preparada para interpretar su contexto, lími-tes y capacidades, su libertad situada.
• El individuo que reconoce que no puede “jugar” con su personalidad ni controlar completa-mente su imaginación, que sabe que para alcanzar sus objetivos debe respetar ciertas reglas del entorno en el que se desenvuelve, es también hábil en distinguir, explorar e integrar las experiencias real y virtual, valorando la relevancia de éstas últimas.
• Es necesario que comprendamos que lo virtual no es lo online.
• Todas las acciones, también las virtuales, tienen impacto en las personas.
• El individuo hipermoderno tiene miedo a los riesgos y desilusiones que implican las relaciones con otros hombres, y por ello espera más de la tecnología y menos de los demás.
• Las conexiones virtuales le ofrecen la ilusión de tener compañía, sin exigir las demandas de la amistad offline, “verdadera”: se teme la intimidad.
• La tecnología parece reunir dos atributos fundamentales: es controlable y por lo tanto predecible.
• Muchos individuos, de toda edad, construyen hoy sus relaciones interpersonales e identidad digital a partir de un paradigma del temor, basado en la desconfianza hacia los demás y hacia el futuro de la comunidad que lo acoge.
• Se teme porque se duda o niega la capacidad de los demás de ejercitar positivamente la libertad. No es sorprendente entonces que la soledad, el stress y la depresión sean males di-fusos que aquejan sobretodo a las sociedades desarrolladas. Esto puede explicar también la “situación” de emergencia constante y pesimismo que embarga la mayoría de los países, y que reflejan diariamente los medios de comunicación masiva.
• El gran desafío es el de la IDENTIDAD: es el individuo el que puede (y debe) hacer la elección, que no es autónoma aunque sí libre, situada y personal, y por lo tanto responsable; esa elección sólo es sostenible y eficaz si está caracterizada por una cierta continuidad y unidad de sentido; que se alcanza cuando el agente se orienta a sí mismo a través de un proyecto vital coherente e integrado (que no significa que es inmóvil o rígido). De esta manera, la persona es capaz de comprenderse históricamente, de construir una narración, una identidad.
La sociedad actual podría definirse como la sociedad fluctuante de las paradojas:
• muchos quieren controlar el cuerpo pero no saben muy bien qué es, ni aceptan los propios límites,
• se quiere vivir comunicando e interactuando, pero se permanece “a la distancia”, con temor, cautivados por el individualismo consumista que parece ofrecer seguridad,
• se mejoran y amplían los espacios virtuales, mientras se teme y descuidan los reales,
• se promueven las comunicaciones sin restricciones a través de infinidad de canales y aplicaciones, pero se censura la libertad de expresión y el discurso,
• se abandonan las normas, principios y tradiciones morales, se promueve la auto – invención continua, se promueve el relativismo moral, pero se excluye a quienes adoptan estilos de vida que no son culturalmente aceptados o cuestionan el status quo de lo “políticamente correcto”.
La sociedad de las paradojas es una sociedad de individuos fragmentados, con una existencia de flujos discontinuos: la vida y la identidad se imaginan como un “Timeline” de Facebook, esto es una larga serie de acciones y eventos inconexos, que responden a un sujeto único pero carente de un proyecto vital que de coherencia y orientación en las decisiones.
¿Cuál es la “vía de mejora” en todo esto? El diálogo y la trascendencia. Pero esos temas dan para otra historia …

Autor: Reynaldo Rivera, PhD (@rivera_reynaldo)